La identidad litúrgica en la Iberia altomedieval y más allá (pdf)
Resumen:
Al observar el paisaje litúrgico de Iberia en la alta Edad Media, nuestra primera impresión no habría sido una de comunión y armonía. De modo similar a otras áreas del mundo cristiano altomedieval, los ritos litúrgicos y las costumbres religiosas practicadas a lo largo de las vastas regiones de la península diferían notablemente. La liturgia cristiana y su diversidad tenían el potencial para dividir los regímenes y las comunidades en la Iberia altomedieval, pero a lo largo de los siglos VI y VII los obispos ibéricos trabajaron para conceptualizar la práctica correcta de la liturgia como una práctica de integración hacia el interior de los reinos suevo y visigodo.
Sin embargo, la liturgia cristiana también podía promover la integración hacia el exterior. Para poder comprender verdaderamente el potencial integrador de la liturgia cristiana, nosotros, como los obispos de los siglos VI y VII, debemos mirar más allá de la península ibérica así como dentro de ella. A primera vista, podría parecer que la variedad litúrgica a través de la cristiandad no se encuentra vinculada con el debate religioso y político dentro de los reinos ibéricos. Sin embargo, ambos estaban conectados íntimamente. Las comunidades articulan frecuentemente sus fronteras demarcándose respecto de otros elementos de su entorno social, religioso y político, o también sirviéndose de “otros” étnicos como contrastes útiles para la creación de un grupo diferenciado dentro de la comunidad. Pero, aunque una sociedad pueda definirse en su relación con la estructura más grande de la cual constituye una parte, también se define reivindicando un lugar dentro de aquella estructura. Asimismo, los actos de definición social no solo presuponen un lugar en un sistema mayor, sino que pueden también generar un fuerte deseo de pertenecer a un grupo aún más grande.
En este estudio, examinaré la liturgia cristiana y su diversidad en relación con los esfuerzos episcopales ibéricos por situar a sus propias comunidades dentro del mundo cristiano más amplio. Los obispos de Gallaecia en el Concilio de Braga I (561) situaron sus congregaciones dentro de la cristiandad estableciendo una conexión con la sede papal de Roma, rindiendo especial homenaje a la carta del papa Vigilio (530) al obispo Profuturus y adoptando ritos romanos. En la década de 630, sin embargo, Isidoro de Sevilla se apoyó en la diferencia. Para Isidoro, la liturgia era un modo de articular una visión de la cristiandad basada en la geografía, una visión en la cual las similitudes litúrgicas integraban a los cristianos de distintas regiones en el cuerpo de Cristo. En la visión isidoriana del mundo cristiano las iglesias ibéricas (o tal vez incluso una iglesia “visigoda”) tomaron su lugar dentro de la iglesia universal a través de prácticas litúrgicas compartidas. Pero ellas también se distinguían mediante prácticas diferentes. Isidoro consistentemente utilizó las variaciones litúrgicas propias de Iberia para sostener que era la comunidad cristiana más ortodoxa de la cristiandad, la primera entre iguales. De acuerdo con Isidoro, por las prácticas compartidas los ibéricos eran cristianos ortodoxos, pero gracias a las prácticas diferentes eran los más ortodoxos.